En medio de una creciente controversia, el expresidente colombiano Álvaro Uribe respondió contundentemente a la sugerencia de Rodrigo Londoño, director de Comunes, de acogerse a la Justicia Especial para la Paz (JEP). Este intercambio se desató luego de las declaraciones de Salvatore Mancuso en las que involucraba a Uribe en presuntas violaciones al Derecho Internacional Humanitario.
En su cuenta de redes sociales, Uribe desestimó la recomendación de Londoño, alegando: «De Timochenko, lo único que hay que decir es que un matón santurrón». Estas palabras reflejan la intensificación de tensiones políticas en Colombia, marcadas por acusaciones y señalamientos entre líderes políticos y exguerrilleros.
Las alegaciones de Mancuso han generado un clima de incertidumbre en la política colombiana. Londoño instó a Uribe a someterse a la JEP, argumentando que existe un «monumental material probatorio» sobre su supuesta responsabilidad en graves violaciones a los derechos humanos.
Este episodio se suma a la compleja dinámica política en Colombia, donde las secuelas del conflicto armado aún resuenan. La respuesta tajante de Uribe no solo subraya la polarización existente en el país, sino también la complejidad de abordar las heridas del pasado en el camino hacia la reconciliación y la estabilidad política.