La campaña de promoción de la serie «Griselda» de Netflix en Francia ha generado un intenso debate en las redes sociales y los medios de comunicación. La imagen de un camión decorado con un gigantesco pitillo aspirando polvo blanco de las calles ha suscitado opiniones encontradas entre los espectadores.
Por un lado, algunos elogian la audacia y la creatividad del enfoque publicitario, argumentando que captura la esencia de la trama centrada en el mundo del narcotráfico. Consideran que este tipo de estrategias son necesarias para destacar en un mercado saturado de opciones y generar interés en la audiencia.
Sin embargo, otros critican la elección del tema y la representación gráfica utilizada, argumentando que trivializa un problema grave como es el consumo de drogas y sus devastadoras consecuencias sociales. Consideran que la promoción cruza una línea ética y puede resultar ofensiva para algunas personas, especialmente aquellas que han sido afectadas por el narcotráfico.
En medio de esta controversia, surge la pregunta: ¿dónde está el límite entre la creatividad publicitaria y el mal gusto? Mientras algunos defienden la libertad de expresión y la innovación en la publicidad, otros abogan por un mayor sentido de responsabilidad y sensibilidad hacia temas sensibles.
En última instancia, la polémica promoción de «Griselda» en Francia destaca la importancia de reflexionar sobre el impacto cultural y social de las estrategias publicitarias, así como la necesidad de un diálogo abierto y respetuoso sobre estos temas en la sociedad contemporánea.
